La historia de los enfrentamientos entre el Real Madrid y el
Barcelona, en los últimos tres años, generalmente narra la misma situación
final. Los blancos terminan con la bronca que les genera ver a sus rivales de
toda la vida festejando un nuevo triunfo. Sea justo o no, los culés se
impusieron en 7 de los últimos 11 clásicos, dejando ‘sólo’un triunfo madridista
y tres pardas; y la mayoría demostrando un estilo de fútbol que se respeta a
rajatabla, sea cual fuere el resultado. Aún en el momento más crítico de estos
enfrentamientos (los últimos minutos del 0-1 en Mestalla por la final de la
Copa del Rey que quedó en manos del conjunto de la capital) los blaugranas
respetaron su intención de juego al toque, pese a que la situación invitaba a
caer en la típica desesperación (pelotazo arriba y segunda jugada, ‘empujar’ el
partido hacía la propia comodidad).
Benzema y la alegría inicial (Foto: MARCA) |
Ésta edición 163 del clásico español en La Liga, la historia
comenzó totalmente diferente a todas las anteriores. A los 23 segundos de
juego, el conjunto merengue ya se encontraba en ventaja con un tanto de Benzema
tras un error increíble de Víctor Valdés en la jugada previa. Aquí es donde se
puede encontrar la primera clave del encuentro: el gol confundió a un Madrid,
que no supo jugar con la ventaja a su favor. La presión alta se daba sobre los
defensores rivales, aunque no sobre los medios, lo que generaba que cualquier
desmarque de Xavi o Iniesta tuviera la oportunidad de concluir en el empate
visitante.
La defensa blanca jugaba muy alejada del centro del campo,
lo que no le permitía al merengue pararse más adelante en el campo y asfixiar a
su rival, que en el comienzo se encontraba muy impreciso con la pelota. Sumado
a la poca presión sobre los generadores del Barça en el centro del campo, se
transformaba en una formula peligrosa que a lo largo del tiempo el blaugrana iba a aprovechar.
Ese espacio que quedaba entre la defensa y el mediocampo,
fue aprovechado en más de una ocasión por Lio Messi, aunque hasta el minuto 30,
siempre aparecía una barrida salvadora de algún marcador merengue. Esa
salvación a último momento, confundía al Madrid, que ‘arriesgaba’ dejando ese
hueco claro entre medios y bajos. A los 30, Lass llegó una fracción de segundo
tarde para hacer esa barrida salvadora sobre el mejor del mundo, y éste
habilitó magistralmente a Alexis Sánchez, que siguió la parábola de la pelota
para luego sacar un latigazo cruzado que se le hizo imposible de detener a
Casillas.
Tras el empate, se notó la mayor diferencia que existe entre
éste Madrid y éste Barcelona: la mentalidad. Mientras el Barça estuvo en desventaja,
jamás ingresó en la desesperación, ni intentó cambiar su libreto de juego, pese
a que ése había sido el factor para la derrota parcial.
Pepe y una imagen 'clásica' (Foto: MARCA) |
El Madrid, por su parte, cuando se encontró en paridad tras
30 minutos de ventaja, se fue mentalmente del partido. La presión alta no
llegaba ni a hacerle cosquillas al Barcelona, y sus jugadores más
temperamentales ingresaban en la misma historieta de siempre en éstos últimos
clásicos: la protesta tonta, inservible y ya cansadora. Ramos, Marcelo, Pepe,
Cristiano Ronaldo y Benzema demuestran en excelencia éste ejemplo que acabamos
de mencionar. La sola inferioridad mental hace que no respondan de la manera
excelente que lo hacen en partidos comunes. Por el otro lado, sucede todo lo
contrario; Puyol y Pique no se cansaron de animar a Valdés tras el error (le
costó volver a partido, aunque en el segundo tiempo se encontraba tranquilo
como de costumbre), entre Xavi e Iniesta no se cansaron de pedir la pelota
aunque las imprecisiones en los primeros 20 minutos estaban a flor de piel, ni
que hablar de Messi (que dicho sea de paso debió ver la segunda amarilla a los
43 del primer tiempo, aunque el juez no se la mostró porque la amonestación
había sido por protestar) que cada vez que tocó la pelota demostró por qué es
el mejor del mundo.
Guardiola quiere a la pelota. (Foto: MARCA) |
En la capacidad táctica, Guardiola nuevamente le ganó la
pulseada a Mourinho. Estratégicamente, el Madrid decidió cambiar de libreto al
minuto cuando se puso en ventaja, mientras que el Barcelona optó por seguir su
plan a lo largo de todo el partido, aun estando 3-1 por encima en el marcador.
El cambio de agresividad del Madrid se notó en la presión constante. Si bien
hubo situaciones en que la presión madridista llegó hasta el área culé, éstas
disminuyeron notablemente a lo que se suponía que se iba a ver durante un gran
lapso del encuentro.
Dentro de las individualidades, la diferencia a favor de los
catalanes también fue más que clara. Si comparamos a los dos ‘astros’ de cada
equipo, nuevamente quedó explícita la desigualdad que existe entre ambos.
Cristiano Ronaldo contó con tres tiros libres inmejorables que no hicieron daño
alguno, no tuvo peso en la ofensiva, no tomó las mejores decisiones a la hora
de acabar las jugadas (sobre todo en la jugada del primer tiempo en donde le
queda una pelota en el borde del área y el portugués remata al arco de manera
desastrosa, teniendo solo a su derecha a Di María) y perdió un gol que en un
clásico no se puede errar, cuando el Barça se encontraba arriba por un gol, y
el 7 quedó solo en el borde del área chica, cabeceando intentando colocar la
pelota a contrapié de Valdés y echándola fuera. Messi, por su parte, mostró por
qué va a ganar su tercer balón de oro consecutivo si no pasa nada raro ($). La
primera jugada en la que lo tuvo como actor principal, el 10 obligó a que
Casillas se revolcara para evitar el empate a los 5 minutos. Luego, cada vez
que entró en contacto con el balón fue determinante –o por lo menos no hizo
regalos bobos-. La jugada previa al gol de Alexis Sánchez es la mejor muestra
de ello: el mejor del mundo tomó la pelota en mitad del campo, escapó a un par
de embestidas madridistas y habilitó de manera precisa y genial al chileno,
para que éste luego decretara el empate.
Cesc le saca la lengua al Bernabéu (Foto: MARCA) |
En el segundo tiempo fue cuando más se notó la desemejanza
entre un equipo y otro. En la identidad. Cuando cada uno tuvo que poner las
manos en el fuego para llevarse los tres puntos a casa, el Barça tuvo la
determinación de seguir creyendo en el estilo que lo lleva a ser el mejor
elenco del mundo desde hace 3 años. El Real Madrid por su parte nunca pudo
demostrar la impronta que quería darle al encuentro, y cuando lo hizo –apenas los
primeros 15 minutos del comienzo- no tuvo claridad de cara al arco, sus
jugadores tomaron decisiones equívocas y no pudieron cerrar el encuentro.
Xavi primero, con un bombazo desde afuera que se desvió en
Marcelo; y Cesc Fábregas tras una buena contra que culminó en un centro de Dani
Álves para él, marcó el tercero de cabeza a contrapié de Casillas, dejando al
meta sin nada por hacer. Algo lógico por el trámite que llevaba el encuentro, y
la –cada vez más- contundente superioridad del Barcelona táctica, futbolística,
física y mentalmente.
Un buen gesto: Pep y Mou se saludaron en el Clásico. (Foto: MARCA) |
De cara al futuro, José Mourinho deberá cambiar la
estrategia –sobre todo física y mental- ya que su imaginación de cara a lo que
sucedería en el campo de juego ha dado un paso atrás respecto a los encuentros
de la Supercopa. La presión asfixiante durante, por lo menos, un tiempo será
vital para contrarrestar la diferencia de equipo que existe entre los dos
conjuntos más importantes del fútbol español. Mentalmente, el portugués deberá
buscar la tranquilidad necesaria para vencer en éste tipo de encuentros. Al
Madrid, a la hora de enfrentar al Barcelona hoy en día, le pesa el miedo
escénico. Aquí aparece el complejo de inferioridad que se nota en pequeños
detalles: Iniesta errando 200 pases, pero intentando tirar sombreros y piruetas
para recuperar confianza y terminar siendo el mejor jugador del encuentro.
Benzema marcando a los 23 segundos y desapareciendo en la vocación ofensiva en
los 89 minutos restantes. También Mourinho deberá eliminar su propio complejo
contra los culés, quizá preocupándose un poco más por el trabajo de los suyos
que tratando de inventar una estrategia para parar al rival. Es decir, vencer
por la propia fortaleza y no por la debilidad ajena.
En fin, esto es el Clásico. Un partido que deja análisis
para 6 meses. Un encuentro único, con 15 o 16 de los mejores jugadores del
mundo sobre el campo de juego. Un choque de planetas, en donde el que gana es
de otra galaxia.