sábado, 10 de diciembre de 2011

Un asalto culé en la casa Real.


La historia de los enfrentamientos entre el Real Madrid y el Barcelona, en los últimos tres años, generalmente narra la misma situación final. Los blancos terminan con la bronca que les genera ver a sus rivales de toda la vida festejando un nuevo triunfo. Sea justo o no, los culés se impusieron en 7 de los últimos 11 clásicos, dejando ‘sólo’un triunfo madridista y tres pardas; y la mayoría demostrando un estilo de fútbol que se respeta a rajatabla, sea cual fuere el resultado. Aún en el momento más crítico de estos enfrentamientos (los últimos minutos del 0-1 en Mestalla por la final de la Copa del Rey que quedó en manos del conjunto de la capital) los blaugranas respetaron su intención de juego al toque, pese a que la situación invitaba a caer en la típica desesperación (pelotazo arriba y segunda jugada, ‘empujar’ el partido hacía la propia comodidad).

Benzema y la alegría inicial (Foto: MARCA)
Ésta edición 163 del clásico español en La Liga, la historia comenzó totalmente diferente a todas las anteriores. A los 23 segundos de juego, el conjunto merengue ya se encontraba en ventaja con un tanto de Benzema tras un error increíble de Víctor Valdés en la jugada previa. Aquí es donde se puede encontrar la primera clave del encuentro: el gol confundió a un Madrid, que no supo jugar con la ventaja a su favor. La presión alta se daba sobre los defensores rivales, aunque no sobre los medios, lo que generaba que cualquier desmarque de Xavi o Iniesta tuviera la oportunidad de concluir en el empate visitante.
La defensa blanca jugaba muy alejada del centro del campo, lo que no le permitía al merengue pararse más adelante en el campo y asfixiar a su rival, que en el comienzo se encontraba muy impreciso con la pelota. Sumado a la poca presión sobre los generadores del Barça en el centro del campo, se transformaba en una formula peligrosa que a lo largo del tiempo el blaugrana iba a aprovechar.

Ese espacio que quedaba entre la defensa y el mediocampo, fue aprovechado en más de una ocasión por Lio Messi, aunque hasta el minuto 30, siempre aparecía una barrida salvadora de algún marcador merengue. Esa salvación a último momento, confundía al Madrid, que ‘arriesgaba’ dejando ese hueco claro entre medios y bajos. A los 30, Lass llegó una fracción de segundo tarde para hacer esa barrida salvadora sobre el mejor del mundo, y éste habilitó magistralmente a Alexis Sánchez, que siguió la parábola de la pelota para luego sacar un latigazo cruzado que se le hizo imposible de detener a Casillas.

Tras el empate, se notó la mayor diferencia que existe entre éste Madrid y éste Barcelona: la mentalidad. Mientras el Barça estuvo en desventaja, jamás ingresó en la desesperación, ni intentó cambiar su libreto de juego, pese a que ése había sido el factor para la derrota parcial.

Pepe y una imagen 'clásica' (Foto: MARCA)

El Madrid, por su parte, cuando se encontró en paridad tras 30 minutos de ventaja, se fue mentalmente del partido. La presión alta no llegaba ni a hacerle cosquillas al Barcelona, y sus jugadores más temperamentales ingresaban en la misma historieta de siempre en éstos últimos clásicos: la protesta tonta, inservible y ya cansadora. Ramos, Marcelo, Pepe, Cristiano Ronaldo y Benzema demuestran en excelencia éste ejemplo que acabamos de mencionar. La sola inferioridad mental hace que no respondan de la manera excelente que lo hacen en partidos comunes. Por el otro lado, sucede todo lo contrario; Puyol y Pique no se cansaron de animar a Valdés tras el error (le costó volver a partido, aunque en el segundo tiempo se encontraba tranquilo como de costumbre), entre Xavi e Iniesta no se cansaron de pedir la pelota aunque las imprecisiones en los primeros 20 minutos estaban a flor de piel, ni que hablar de Messi (que dicho sea de paso debió ver la segunda amarilla a los 43 del primer tiempo, aunque el juez no se la mostró porque la amonestación había sido por protestar) que cada vez que tocó la pelota demostró por qué es el mejor del mundo.

Guardiola quiere a la pelota. (Foto: MARCA)
En la capacidad táctica, Guardiola nuevamente le ganó la pulseada a Mourinho. Estratégicamente, el Madrid decidió cambiar de libreto al minuto cuando se puso en ventaja, mientras que el Barcelona optó por seguir su plan a lo largo de todo el partido, aun estando 3-1 por encima en el marcador. El cambio de agresividad del Madrid se notó en la presión constante. Si bien hubo situaciones en que la presión madridista llegó hasta el área culé, éstas disminuyeron notablemente a lo que se suponía que se iba a ver durante un gran lapso del encuentro.

Dentro de las individualidades, la diferencia a favor de los catalanes también fue más que clara. Si comparamos a los dos ‘astros’ de cada equipo, nuevamente quedó explícita la desigualdad que existe entre ambos. Cristiano Ronaldo contó con tres tiros libres inmejorables que no hicieron daño alguno, no tuvo peso en la ofensiva, no tomó las mejores decisiones a la hora de acabar las jugadas (sobre todo en la jugada del primer tiempo en donde le queda una pelota en el borde del área y el portugués remata al arco de manera desastrosa, teniendo solo a su derecha a Di María) y perdió un gol que en un clásico no se puede errar, cuando el Barça se encontraba arriba por un gol, y el 7 quedó solo en el borde del área chica, cabeceando intentando colocar la pelota a contrapié de Valdés y echándola fuera. Messi, por su parte, mostró por qué va a ganar su tercer balón de oro consecutivo si no pasa nada raro ($). La primera jugada en la que lo tuvo como actor principal, el 10 obligó a que Casillas se revolcara para evitar el empate a los 5 minutos. Luego, cada vez que entró en contacto con el balón fue determinante –o por lo menos no hizo regalos bobos-. La jugada previa al gol de Alexis Sánchez es la mejor muestra de ello: el mejor del mundo tomó la pelota en mitad del campo, escapó a un par de embestidas madridistas y habilitó de manera precisa y genial al chileno, para que éste luego decretara el empate.

Cesc le saca la lengua al Bernabéu (Foto: MARCA)
En el segundo tiempo fue cuando más se notó la desemejanza entre un equipo y otro. En la identidad. Cuando cada uno tuvo que poner las manos en el fuego para llevarse los tres puntos a casa, el Barça tuvo la determinación de seguir creyendo en el estilo que lo lleva a ser el mejor elenco del mundo desde hace 3 años. El Real Madrid por su parte nunca pudo demostrar la impronta que quería darle al encuentro, y cuando lo hizo –apenas los primeros 15 minutos del comienzo- no tuvo claridad de cara al arco, sus jugadores tomaron decisiones equívocas y no pudieron cerrar el encuentro.

Xavi primero, con un bombazo desde afuera que se desvió en Marcelo; y Cesc Fábregas tras una buena contra que culminó en un centro de Dani Álves para él, marcó el tercero de cabeza a contrapié de Casillas, dejando al meta sin nada por hacer. Algo lógico por el trámite que llevaba el encuentro, y la –cada vez más- contundente superioridad del Barcelona táctica, futbolística, física y mentalmente.  

Un buen gesto: Pep y Mou se saludaron en el Clásico.
(Foto: MARCA)
De cara al futuro, José Mourinho deberá cambiar la estrategia –sobre todo física y mental- ya que su imaginación de cara a lo que sucedería en el campo de juego ha dado un paso atrás respecto a los encuentros de la Supercopa. La presión asfixiante durante, por lo menos, un tiempo será vital para contrarrestar la diferencia de equipo que existe entre los dos conjuntos más importantes del fútbol español. Mentalmente, el portugués deberá buscar la tranquilidad necesaria para vencer en éste tipo de encuentros. Al Madrid, a la hora de enfrentar al Barcelona hoy en día, le pesa el miedo escénico. Aquí aparece el complejo de inferioridad que se nota en pequeños detalles: Iniesta errando 200 pases, pero intentando tirar sombreros y piruetas para recuperar confianza y terminar siendo el mejor jugador del encuentro. Benzema marcando a los 23 segundos y desapareciendo en la vocación ofensiva en los 89 minutos restantes. También Mourinho deberá eliminar su propio complejo contra los culés, quizá preocupándose un poco más por el trabajo de los suyos que tratando de inventar una estrategia para parar al rival. Es decir, vencer por la propia fortaleza y no por la debilidad ajena.



En fin, esto es el Clásico. Un partido que deja análisis para 6 meses. Un encuentro único, con 15 o 16 de los mejores jugadores del mundo sobre el campo de juego. Un choque de planetas, en donde el que gana es de otra galaxia.    

Ditulis Oleh : Lucas Solís Nicolaevsky // 17:36
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