¿Cuál es exactamente, el factor que necesita un equipo para
ser modelo? ¿El trabajo en divisiones inferiores, y por ende su
autoabastecimiento? ¿Repetir un once inicial en casi todos los partidos que
disputa? ¿Mantener una identidad de juego constante? ¿Obtener éxitos deportivos
a nivel títulos? ¿Completar grandes campañas? ¿Mantener su economía en orden?
Vélez y su identidad. |
Vélez Sarsfield, reúne los cinco requisitos que se mencionan
en el párrafo anterior. Su tercer puesto en el ranking mundial de clubes, sólo
por detrás de Barcelona y Real Madrid, no hace más que argumentar las palabras
anteriores. Es que si bien, es muy probable que Vélez no sea el tercer mejor
club del mundo, es sin duda un reconocimiento a un trabajo a largo plazo que
viene realizando la dirigencia, por encima de los nombres.
Es difícil marcar un punto de partida para semejante ciclo.
Quizás, el principio de los éxitos ‘velezanos’ sean las victorias con Carlos
Bianchi primero, Piazza después y finalmente Bielsa en el banco de suplentes.
Aquel Vélez ganó todo. Torneos locales, Copa Libertadores, Copa
Intercontinental, Supercopa. Todo lo que había en juego, fue a parar a las
vitrinas de Liniers.
Otros, remarcan que el comienzo del éxito como institución,
se dio con Carlos Ischia en el banco y Raúl Gámez en el sillón de Presidente.
Obteniendo el famoso ‘campeonato económico’.
Los menos, aseguran que fue Miguel Ángel Russo el gestor de
un lustro lleno de luces como fue el que vivió Vélez a partir de 2005, con
pequeñas manchitas en los pasos de La Volpe y Tocalli, pero que no terminaron
de opacar el brillo del juego Fortinero.
Lo cierto, es que Vélez tiene todo para ser lo que es hoy
según la IFFHS: el tercer mejor club del mundo. El actual equipo de Ricardo
Gareca, además de continuidad de trabajo en divisiones inferiores, en donde
todos los entrenadores tienen pasado como jugador del club, cuenta con uno de
los mejores predios de la Argentina, como es la Villa Olímpica, para realizar
sus trabajos diarios.
Gareca, asumió como técnico en la última lavada de cara
grande que tuvo Vélez. La victoria de Raffaini en las elecciones, y la asunción
de Bassedas como mánager, le permitieron al ‘Tigre’ cumplir uno de sus sueños:
dirigir al club de sus amores.
Con su llegada, vino la renovación de plantel. La llegada de
jugadores como Maxi Moralez, Hernán Rodrigo López y Sebastián Domínguez, entre
otros, le dieron un salto de calidad y jerarquía que el plantel no contaba. A
partir de allí, la historia es conocida.
Un campeonato (el del Clausura 2009) opacado por un error
arbitral en el último partido ante Huracán, en Liniers, fue el inicio de una
nueva era. Tras cuatro años, Vélez volvía a ser el rey del fútbol argentino. La
última vez, había sido con Russo en el banco, y con un equipazo formado por
jugadores como Sessa, Cubero, Somoza, Gracián, Rolando Zárate, Jonas Gutierrez,
y Bravo entre otros.
Lucas Pratto y su festejo de gol en México. |
El primer Vélez de Gareca era un equipo sólido y efectivo,
pero lejos estaba del juego exquisito que demostraba aquel Huracán. La gran
diferencia entre ambos, eran el principio y el final de cada equipo. Mientras
Vélez tenía un arquero que se lucía cuando lo llamaban a actuar como Montoya,
Huracán tenía a Monzón, que tenía más pinta de hincha que de arquero. Y
mientras Vélez tenía de ‘9’ al goleador del campeonato, López; Huracán tenía a
Nieto, que iba a contramano de la sutileza que generaban Pastore y Defederico.
El error de Brazenas marcó aquel Clausura 2009 para siempre,
y seguramente, le sacó mérito a Gareca y los suyos por el título obtenido.
El proceso continuó, y para la Copa Libertadores 2010, Vélez
ilusionaba a medio mundo. Seis delanteros de primer nivel como Martínez, Silva,
Caruso, Zárate, López y Cristaldo eran la carta principal de los de Gareca para
ilusionar a su público y posicionarse como candidato para obtener el trofeo
internacional.
La ilusión se rompió pronto. Octavos de final fue,
paradójicamente, el final. Vélez cayó estrepitosamente ante Chivas en México
por 3 a 0, y el 2 a 0 a favor de local no le alcanzó para forzar la definición
por penales.
Lejos de caerse, el conjunto de Liniers intentó mantener lo
bueno y mejorar lo malo. El juego cada vez era más fluido, y los once ya salían
casi de memoria. Barovero y Montoya se disputaban el arco; Cubero, Domínguez, Otamendi
y Papa eran la línea de cuatro más utilizada por Gareca; Cabrera alternaba en
la derecha del mediocampo, y Somoza, Zapata y Razzotti compartían mitad de
cancha generalmente. Adelante, Moralez era el encargado de conducir al equipo,
y la dupla uruguaya Silva – López era, por lo general, la carta goleadora de ‘El
Fortín’.
El Apertura 2010, dejó a Vélez al borde del campeonato, y le
permitió encontrar –definitivamente- el equipo base para afrontar todo lo que
venía. Ortiz ingresó por el ya jugador del Porto, Otamendi. Martínez fue la
gran aparición del semestre, y terminó siendo goleador con Silva de todo el
torneo. Entre los dos, consiguieron 20 goles, y de no ser por la habilidad
táctica de Sabella, también hubieran conseguido el campeonato.
Vélez tenía identidad. La identidad necesaria para
transformarse en un gran equipo. Los laterales sabían cuando y cómo subir,
sobretodo Papa. La línea defensiva marcaba más cerca de mitad de cancha que de
su propia área y la delantera era fantásticamente letal.
El arribo de Augusto Fernández le entregó una dosis de
sorpresa necesaria, con la que el conjunto de Gareca no contaba. Y a partir de
allí, se vio lo mejor de éste equipazo. Un partido, resume un semestre casi
perfecto. La victoria por 4 a 0 en el Único de La Plata ante Estudiantes es la síntesis
perfecta de éste análisis acelerado del Vélez modelo 2000 en adelante.
Toque, sorpresa, buen juego y mucho gol. Augusto Fernández
llegaba al fondo cada dos por tres, y no lo hacía por compromiso, sino que cada
vez que lo realizaba, lo hacía bien. Moralez llegó a su pico máximo como
conductor, gambeteador y pensador. Martínez se tornaba imparable para cada
defensa rival, al igual que Silva, que a ésta altura era sinónimo de gol.
Un penal, justamente errado por Silva, le imposibilitó a
Vélez la chance de cerrar el semestre perfecto. El uruguayo tomó carrera, se
predispuso a quemar a Sebastián Sosa. Pero cuando tuvo que afirmarse para
rematar, se resbaló, y con el resbalón se fue la ilusión Fortinera de volver a
ser campeón de América. Vélez se quedaba en las semifinales de la Copa Libertadores
ante Peñarol, quizá injustamente. Ya no
estaba Somoza, que se había ido a Boca en el comienzo del ciclo Falcioni, pero
sí aparecía Canteros. Un pichón de crack, que demostraba que un buen cinco es
aquel que quita y distribuye, pero que un cinco excelente es el que además de
cumplir esas dos funciones, hace jugar a su equipo.
En el medio local, no hubo ningún penal que le impidiese
salir campeón del Clausura ’11. El segundo título de Gareca al mando del club. Éste
triunfo, además de una nueva estrella, traería a la institución de Liniers el
reconocimiento al trabajo, algo que seguramente para ‘El Tigre’ vale más que
cualquier título.
Vélez era –y es- el mejor equipo del fútbol argentino, por
lejos. Un equipo logra ser tal, cuando sus jugadores rotan y en el rendimiento
no se nota. Vélez era eso. Un equipo con todas las letras.
El Apertura 2011 parecía ser el final de un ciclo. Ya
comenzado el torneo, luego de ganarle a Banfield en el José Amalfitani por 3 a
0, Vélez perdió dos piezas clave. Silva y Moralez emigraron para jugar en el
fútbol italiano. Si bien se notó la ausencia de dos de los mejores jugadores
del plantel, esto no le impidió a los de Liniers llegar a una nueva semifinal
de un torneo internacional. Ésta vez fue la Copa Sudamericana, la que se escapó
cuando la luz al final del túnel ya era visible. Liga de Quito lo eliminó tras
ganarle en Ecuador y en Buenos Aires. Pero Vélez volvió a demostrar que un
proyecto a largo plazo está por encima de los nombres.
Ricardo Gareca, DT desde 2009 |
Para el 2012, decidió remplazar a sus dos figuras emigradas
recientemente con Federico Insúa y Mauro Óbolo. ¿El resultado? Lo mismo de
siempre. Vélez sigue jugando igual, o mejor. ‘Pocho’ se adaptó a su nueva
función, llegando al gol seguido y haciendo jugar a su equipo. Óbolo se
encuentra en una pequeña racha negativa, como las que tienen todos los
delanteros, pero eso no le impidió tener un gol por partido de promedio en los
primeros cuatro cotejos del semestre. Además, la incorporación de Lucas Pratto,
hace que no se sienta tanto la sequía del ex Arsenal.
El tiempo dirá si los cambios le dieron resultados en cuanto
a títulos a los de Gareca. Lo cierto es que Vélez cambia todo, pero funciona
igual. Cambió de presidente, de jugadores, de esquemas, de ideas… pero nunca de
identidad. Seguramente sea eso, la identidad, lo que haya llevado a Vélez a ser
lo que es hoy: el tercer mejor equipo del mundo para la IFFHS, siempre con su
estilo de juego bien marcado, de la mano de su proyecto y su identidad.